Tesis I. El colapsismo no genera nihilismo. El nihilismo es la dinámica cultural vigente del capitalismo avanzado, a punto de colapsar.
El colapsismo, o creencia en la inminencia del colapso civilizatorio, afirma que hemos llegado a un punto de no retorno en la explotación de recursos y sistemas naturales, y además que el capitalismo tiene inercias tecnoeconómicas y organizativas que impiden su transformación deliberada y racional por medios políticos. De este modo, el colapsismo rechaza la premisa básica de la Modernidad, a saber, el ‘excepcionalismo humano’ o la idea de que el ser humano es autónomo frente a la naturaleza y frente a las instituciones y tecnologías que él mismo crea, de modo que siempre puede transformar su relación con naturaleza, tecnología o instituciones en otra dirección.
En 1960, con los inicios de la revolución de los computadores, continuación a su vez de la revolución del control y la información a finales del siglo XIX, comenzamos a perder definitivamente el control de nuestras instituciones y procesos económicos y tecnológicos.
En torno a 1970 superamos varios límites naturales y desde entonces hemos continuado haciéndolo, verificando el hecho de que estamos a merced de la naturaleza. Probablemente antes, en 1960, con los inicios de la revolución de los computadores, continuación a su vez de la revolución del control y la información a finales del siglo XIX, comenzamos a perder definitivamente el control de nuestras instituciones y procesos económicos y tecnológicos. Aunque esto bien pudo suceder antes: preguntaos si alguna sociedad europea entrada en la Modernidad ha podido elegir no ser, o no formar parte de, un estado moderno y de economías macrorregionales o una economía mundial.
En este contexto, la única oportunidad de cambio colectivo ‘racional’ parte, de hecho, de la condición de lograr una masa crítica suficiente de lo que vulgarmente se llama nihilistas, es decir, colapsistas que rechazan el ‘excepcionalismo humano’ o nuestra autonomía frente a la naturaleza y el orden tecnoeconómico e institucional, y que cifran su única esperanza de no-colapso civilizatorio en ‘milagros’ o en la ‘suerte’. Eso parece paradójico pero no lo es, porque sus únicas alternativas son el tecnooptimismo o el biempensar ilustrado, los cuales viven ambos encadenados a la continuidad del orden vigente.
Tesis II. El colapsismo y el decrecimiento no son comprensibles para la población, pero esto es irrelevante.
El decrecimiento, o necesidad de decrecer biofísica y tecnoeconómicamente, es un programa alternativo al capitalismo que se propone como medida de emergencia para evitar el colapso. Con frecuencia se espeta a sus partidarios que este programa sería incomprensible para la población. Esto es cierto, pero es irrelevante a efectos prácticos.
Los principios del capitalismo no son en absoluto comprensibles para la población, y sin embargo operan. No necesita hacer entender un programa socio-tecno-económico, sino aspectos muy limitados de la inserción de la gente en el mismo.
Para ver esto, considera que tampoco los principios del capitalismo son en absoluto comprensibles para la población, y sin embargo operan. Tú no necesitas hacer entender un programa socio-tecno-económico, sino aspectos muy limitados de la inserción de la gente en el mismo. Nadie entendería el programa del capitalismo: eso sería como entender El Capital de Marx. Si el capitalismo necesitase hacerse comprender, estaría condenado al fracaso (ni siquiera el famoso Picketty ha leído El Capital). Pero no lo necesita, y el capitalismo y sus defensores han explotado este hecho eficazmente desde hace mucho. Lo que necesitas es proporcionar un modo de vida coherente e instituciones que lo reproducen autorreferencialmente, bajo ciertas restricciones y con su aparato típico de justificaciones y autojustificaciones. Salvando ciertas restricciones, el ser humano es muy adaptable, siempre que no se le pida conocer la etiología y naturaleza completa de los procesos y el orden al que debe adaptarse. Esto no se le pediría en el decrecimiento y tampoco se le pide en el capitalismo. Tal comprensión estaría disponible y solo en un grado limitado para un grupo mínimo de expertos: hoy tenemos a los economistas y mañana habríamos de tener otros, economistas ecológicos o como se los quiera llamar.
Distinto es que sea conveniente y necesario que mucha gente adquiera una vaga conciencia ecológica muy fuerte, y que se convenza de que consumir menos es mejor, o que el crecimiento económico es malo, etc. Esto es lo que la gente necesita para insertarse significativamente en un programa decrecentista en marcha, y no tiene por qué estar fuera del alcance cognitivo de la gente común.
Una de las formas en que la gente adquiere conocimiento de cómo puede contribuir al capitalismo es la publicidad: tú compras esto, te hace feliz como al personaje que lo refrenda en el anuncio, y el sistema se mantiene engrasado. Para conseguir hacer lo contrario, esto es, que el decrecentismo funcione con pequeños inputs interesados de cada persona, es necesario eliminar lo que apunta en dirección contraria. La publicidad de los coches es lo primero.